El vuelo duró 9 horas, aterrizando finalmente en Valencia por vuelta de las doce horas. Nancy estaba tan ansiosa que no pudo dormir y descansar durante la noche, estaba muy nerviosa, pues era su primera vez en España, no sabía que le esperaba, pero tenía muchos sueños, muchas ganas de ver a su prometido y de hacerle el amor después de casi un año sin verlo. Lo amaba con locura. Esperó que salieran las maletas en la esterilla y en seguida salió en busca de la puerta de desembarque, su respiración estaba a cada vez más oscilante, faltaba nada para empezar su tan soñado cuento de hadas.
Al traspasar la salida, abandonó las maletas y saltó en los brazos de su amado. Martín la abrazó muy fuerte, con mucho deseo a un punto que Nancy pudo sentir su miembro poniéndose rígido! Verlo y sentir que la echaba de menos de esa manera fue tan mágico, tan especial, que ya se había olvidado que tenía ansiedad y nervios a flor de piel. Cogieron las maletas con mucha prisa y siguieron en dirección al aparcamiento a pagar el boleto y ir a comer antes de seguir de camino a casa.
Martín quería presentarle a su país, su comida típica y las maravillosas playas de la Comunidad Valenciana. Así que siguieron a Calpe, una bellísima ciudad costera, con un mar translúcido, sus casas pintadas de blanco y un aire semejante a Grecia. Nancy creía que había aterrizado en Santorini, tamaña similitud en los aspectos costeros.
Aparcaron el coche y caminaron un poco por la ciudad, deseaban disfrutar de la compañía uno del otro como fuera. Se besaron ardientemente, y las ganas de hacer el amor eran imparables. Eligieron un restaurante donde hacían una paella muy rica, con vistas al mar.
El camarero puso en la mesa como entrante unos panecillos super blandos, con bastante molla, y un alioli para acompañar la paella. Nancy los probó sin imaginar que le entraría mal aliento, mientras Martín lo evitó, porque decía que repetía a ajo enseguida.
Al terminar de comer, salieron rápido al coche y siguieron camino hacia Alicante, parando en el camino para comprar a Nancy unas cerezas gigantes, como nunca las habían visto.
Por fin, llegaron a casa! Martín agarró a Nancy con mucha fuerza y la encajó sobre su cintura, sin dejarla escapar. Nancy le pidió que le permitiera ducharse por un breve momento, por quitar el mal olor del largo viaje de su cuerpo y del ajo de la comida, pero sin importarse con nada, Martín subió con Nancy enganchada en sus brazos y la tiró en la cama, empezó a quitarle los deportivos, el vaquero y la camisa que llevaba por encima, dejándola solamente con el bodi de color vino que tenía por bajo, resaltando la figura blanca y hermosa de Nancy.
La besó con locura en su cuello y oídos a fin de dejarla excitada, su boca fue bajando por donde podía bajo el bodi, hasta que llegó hacía abajo y abrió los tres botones que lo cerraban, sacó su braga y empezó a lamerla y a besarla locamente en su región, dejándola muy húmeda y con ganas de que él la penetrara. por un instante, Nancy intentó agarrarle la cabeza, sus ojos se cerraban y daban vueltas y él no la dejó que lo agarrara, exigió que se pusiera quieta, sin moverse, con las manos para tras, pues él tenía un largo trabajo por delante. Nancy tuvo uno y otro orgasmo, se notaba que Martín era experto en lo que hacía y eso aumentó el deseo y el amor de Nancy por él.
Cuando Martín percibió que Nancy estaba satisfecha, por fin la penetró, empezando despacio, causando un temblor en las piernas de Nancy y piel de gallina por todo su cuerpo. Ella nunca había probado nada parecido, pero sabía que quería cada vez más tenerlo presente en su vida y repetir esa sensación todos los días, era inexplicable. Nancy logró otro orgasmo, tamaño deseo y experiencia de su amor, y al verla disfrutar, Martín por fin logró lo suyo, pero lo hizo fuera.
- ¿Martín, nos queremos tanto, por qué tuviste tu orgasmo fuera?¿ Acaso eso es miedo de dejarme embarazada?, preguntó Nancy, a lo que Martín silenció completamente, dejándola sin entender nada, fue como un cubo de agua fría. Lo quería y dejó pasar. Se fue al baño y se duchó, durmió toda la tarde como una roca, tamaño era su cansancio. Por la noche, al despertarse, Martín le dijo que se pusiera una ropa cómoda, que él la llevaría personalmente a conocer a su hermana Alba y a su cuñado.
Nancy se animó muchísimo, porque iba a conocer a su futura cuñada, la psicóloga que había sido tan amable en enviarle aquellos regalos. Nancy quería retribuir los favores y trajo varios regalos a todos, desde perfumes a joyas, inclusive varios dulces brasileños para que probaran un poco de la culinaria de allí.
Todos miraban a Nancy, con una mirada de ochenta por ciento de aprobación, pero Nancy creía que estaba tan cansada a punto de confundir esas malas sensaciones y otra vez más pasó olímpicamente de su instinto.
Nancy estaba acostumbrada a comida en exceso sobre la mesa, de la misma manera pasaba con la cena. En Brasil se pasa muy bien comiendo, y no hay lástimas a la hora de servir una mesa. Alba puso la cena y un vino para que los cuatro pudieran disfrutar, picaron jamón serrano, unas olivas, patatas fritas de supermercado y algo más de queso. Nancy no podía creer que eso era la cena para cuatro personas, pero se calló y intentó pasarlo bien. Tenía muchísima hambre y la única cosa que tenía en su estómago era la paella que había comido en Calpe a las dos horas de la tarde. Esperaba más de Martín, que la cuidara, que la llevara a cenar y le dejara satisfecha.
Nancy tenía un buen cuerpo a los ojos de los brasileños, se cuidaba, practicaba sus ejercicios diarios, pero a los ojos de estos españoles en específico, tenia que tener un cuerpo más delgado. Definitivamente, no han sido amables con las miradas que la lanzaban y con la recepción para cenar.
Al salir de la casa de Alba, Nancy pidió que por favor cenaran algo, tenía mucha hambre, y Martín le dijo que esa era su costumbre y que ya habían cenado lo que estaba disponible en la mesa de su hermana y que ya era demasiado tarde y que en aquel momento debería de comer frutas, cosas que hacían antes de dormir y le dijo a ella que podía comer libremente si le apetecía. Nancy abrió la nevera y vio unas olivas, varias frutas y unos embutidos, pero nada que pudiera preparar una buena cena, al que vio una barra de chocolate en la puerta y intentó picar un trozo. Entraba Martín en la cocina y lo quitó de las manos de Nancy y al que le dijo:
- Chocolates no se comen por la noche, engorda! Mirándola fríamente.
Perdió las ganas de cenar, se tomó solamente un vaso de zumo y subió a la habitación a dormir. Martín ya la esperaba desnudo bajo la sábana y otra vez la agarró para hacerle el amor una y otra vez, quedando dormidos ya por la madrugada. Nancy ya se sentía tan agotada que no tuvo orgasmos de esa vez, se durmió hambrienta y con dolores entre las piernas, de tanto sexo que habían hecho, pero Martín no se dio por satisfecho, dejándola descansar para seguir el ritmo al día siguiente.
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